Cómo diferenciar un producto sostenible: claves para evitar el ‘greenwashing’
Las prácticas como el greenwashing se están volviendo demasiado habituales. Conocerlas es clave para comprar de forma responsable en el mercado actual.
La creciente preocupación por el medio ambiente ha convertido la sostenibilidad en un factor decisivo no solo para muchos consumidores, sino también para muchas empresas. Si bien podríamos encontrar ejemplos de modelos de producción más sostenibles, este interés también ha generado que múltiples marcas utilicen reclamaciones verdes sin respaldo real, una práctica conocida como greenwashing.
Ante esta situación es importante entender cómo funciona esta táctica para comprar con la seguridad de estar contribuyendo a un modelo de producto sostenible y responsable y no a una deshonesta táctica de ventas.
¿Qué es un producto sostenible y por qué el greenwashing es una amenaza?
Al hablar de un producto sostenible, nos referimos a uno que incorpora en su proceso de diseño, fabricación, distribución y uso criterios ambientales, sociales y éticos, de modo que su impacto global sea minimizado y su contribución al bienestar global sea positiva. Aun así, no todos los productos reflejan lo que predican. El greenwashing, como estrategia de marketing, busca proyectar una imagen de sostenibilidad sin evidencias técnicas, certificaciones sólidas ni transparencia real.
Esta práctica está lamentablemente muy extendida. Ante una sociedad más preocupada por la sostenibilidad y cuestiones sociales como la discriminación de colectivos, muchas empresas quieren proyectar una imagen que atraiga a este nuevo perfil de consumidor. Emiten afirmaciones vagas, como eco, natural o verde, sin especificar qué se ha hecho realmente, o destacando un solo atributo positivo, como envase reciclado. Mientras, ocultan múltiples impactos negativos (como una fabricación con alta huella de carbono).
Por ello, es importante saber distinguir bien entre lo que es auténtico y lo que no lo es. En Europa, por ejemplo, se ha avanzado estos años con la directiva Green Claims Directive, que apunta a controlar mejor las afirmaciones ambientales y así evitar el ecopostureo.
Frente a aquellos que consideran la sostenibilidad una etiqueta vacía, el consumidor debe pedir un compromiso demostrable y verificable. Por ello, debemos tener siempre claro que, si un producto se vende como sostenible sin aportar datos, lo más probable es que no lo sea.
Las claves para asegurarte si un producto es sostenible de verdad
Para asegurarte de que un producto sea realmente sostenible y no caer en las trampas del greenwashing, es fundamental exigir transparencia respaldada por datos verificables: el fabricante debe ofrecer información concreta y medible, como el impacto ambiental, el porcentaje de materiales reciclados, la reducción de emisiones o el ciclo de vida del producto.
No basta con mensajes genéricos como somos verdes; lo relevante es saber, por ejemplo, que han reducido un 20% las emisiones respecto al año anterior, y que esto se ha comprobado mediante auditoría externa. Desconfía del lenguaje vago y de las afirmaciones como completamente ecológico o 100% natural si no van acompañadas de datos y contexto, ya que suelen ocultar la realidad del producto.
Además, conviene buscar certificaciones independientes reconocidas. Ejemplos de ellas serían las del Forest Stewardship Council (FSC), EU Ecolabel o B Corporation, ya que suelen garantizar que se cumplen estándares sólidos y revisados por terceros.
Finalmente, es importante que verifiques qué ocurre cuando dejas de utilizar el producto. Siempre que puedas, pregúntate: ¿Realmente se recicla? ¿Se puede reutilizar o reparar fácilmente? ¿Su impacto ambiental está controlado hasta el final de su ciclo de vida? Desgraciadamente, muchas veces un envase eco solo disfraza que el producto interno sigue siendo perjudicial, por lo que conviene mirar más allá de la apariencia y asegurarse de que la sostenibilidad está presente de principio a fin.
Si bien diferenciar un producto sostenible auténtico frente a uno que solo busca parecerlo requiere algo de atención, curiosidad y criterio, la sostenibilidad ya no es solo un valor agregado, sino una exigencia ética, social y regulatoria.