¿Es la inteligencia artificial un buen aliado?
Una iniciativa pionera es la del portugués Luis Valente, CEO y cofundador de iLoF, una start-up que usa inteligencia artificial para construir una biblioteca digital de biomarcadores de enfermedades.
La información obtenida puede ayudar a reducir el coste y el tiempo invertidos en el desarrollo de medicamentos y acelerar las pruebas clínicas. Explica Valente que: “después de hacer más de cien entrevistas con expertos mundiales en empresas farmacéuticas y biotecnológicas, mis compañeros y yo vimos que se podía usar el potencial de la inteligencia artificial para acelerar la selección de pacientes en estudios clínicos y, en el futuro, permitir elegir el medicamento adecuado para cada uno”.
Continúa Valente: “Durante los últimos siglos se han desarrollado nuevos tratamientos basados en la idea de que los medicamentos funcionan por igual para todos. Desafortunadamente, como sabemos muy bien, este no es el caso, cosa que lleva a millones de pacientes a continuar viviendo con enfermedades complejas, heterogéneas y sin cura”.
La misión de iLoF, en palabras de sus fundadores, es ser “una referencia mundial en la democratización del acceso a la medicina personalizada, y para ello hemos creado una plataforma basada en algoritmos de aprendizaje automático (machine learning y deep learning) que hace uso de señales ópticas para permitir la detección e identificación de nanoestructuras dispersas en fluidos biológicos”.
En 2020 la start-up había recaudado 2,4 millones de dólares y ese mismo año, Valente y su socia, Joana Paiva, fueron incluidos en la lista Forbes 30 under 30 dentro del sector ciencia y salud, que distingue a los 30 emprendedores menores de 30 años más prometedores de Europa.
Humanidad y tecnología
El profesional sanitario del futuro deberá incorporar la tecnología como herramienta de trabajo, pero también deberá mantener el lado humano de la profesión. Más allá que la inteligencia artificial se convierta en una herramienta de uso habitual tanto para médicos como para pacientes, el papel del médico será tomar decisiones y saber comunicarlas y explicarlas a los pacientes y su entorno.
El profesional sanitario del futuro tendrá que manejar equipos y dispositivos mucho más sofisticados, lo que requerirá una mayor especialización en ciertos campos de conocimiento. Estará superespecializado, pero a la vez será conocedor de las circunstancias de cada paciente para coordinar adecuadamente una atención que será más multidisciplinar que nunca.
Por último, en un contexto de gestión de gran cantidad de información que se propaga a gran velocidad, la comunicación científica deberá ser más sólida que nunca para combatir las fake news y la desinformación. Se trata de una lección que nos ha dado la pandemia, pues en palabras del catedrático de Salud Pública de la UB, Antoni Trilla: “Si la gente se cree cosas que no son verdad, puede tomar algún tipo de tratamiento que no sirve para nada o dejar de hacer cosas que están plenamente recomendadas. En esta situación, creo que nunca antes en la historia, por el tiempo y por la cantidad de personas que se han visto involucradas, habíamos asistido a tal conflicto, por decirlo así, entre información contrastada, información que todavía podría ponerse ciertamente en duda e información relativa o completamente falsa”.