
El impacto de la economía social en la Unión Europea
La economía social se ha convertido en un pilar esencial del desarrollo sostenible en la Unión Europea. Con más de 4,3 millones de entidades y una fuerza laboral que supera los 11,5 millones de personas, representa el 6,3 % del empleo total en la región. Cooperativas, mutualidades, asociaciones y fundaciones conforman este ecosistema que no solo genera riqueza, sino que también fortalece la cohesión social y la generación de empleo estable y de calidad.
El impacto financiero de la economía social es innegable. Según el informe Benchmarking the Socio-Economic Performance of the EU Social Economy, publicado recientemente por la Comisión Europea, la facturación del sector alcanzó los 912.900 millones de euros, con Francia, Italia, España y Finlandia liderando su desarrollo. Su contribución no se limita a la actividad económica, sino que también ha demostrado ser clave en momentos de crisis. Durante la pandemia de COVID-19, estas entidades jugaron un papel fundamental en la provisión de servicios esenciales y el apoyo a colectivos vulnerables, algo que reafirma su capacidad de adaptación y compromiso con el bienestar social.
Entre los hallazgos del estudio destaca que uno de los sectores donde la economía social ha cobrado mayor relevancia es el sanitario. Más de 3,3 millones de personas trabajan en entidades de salud y atención social vinculadas a este modelo, con España, Francia, Alemania y Portugal como referentes en su implementación. Cooperativas sanitarias, mutualidades y fundaciones son claves en la gestión de hospitales y centros de atención, ofreciendo servicios accesibles y de calidad. Además, han impulsado la innovación en modelos asistenciales centrados en el paciente, la atención preventiva y el uso de tecnologías emergentes para mejorar la eficiencia del sistema de salud.
El informe también subraya la necesidad de mejorar la visibilidad y el reconocimiento de la economía social dentro de la Unión Europea. Entre las principales recomendaciones destaca la importancia de recopilar más datos y estadísticas que reflejen su impacto real, así como el desarrollo de marcos normativos que fomenten su crecimiento y sostenibilidad. La digitalización y la innovación también deben ocupar un lugar prioritario en la agenda, especialmente en sectores esenciales como la sanidad.
Asimismo, se plantea la urgencia de fortalecer la colaboración entre entidades de la economía social y las administraciones públicas para maximizar su impacto en la sociedad.
En un contexto de incertidumbre económica, la economía social se presenta como una alternativa viable y necesaria. Su capacidad para combinar actividad empresarial con impacto social la convierte en un modelo clave para el futuro de Europa.
En el ámbito de la salud, su papel seguirá siendo determinante para garantizar un acceso equitativo y de calidad, lo que reafirma la importancia de políticas públicas que impulsen su consolidación y desarrollo.