Una medicina de precisión
Las ventajas de la IA redundan en muchos de los procesos de trabajo del sector de la medicina, garantizando la satisfacción de las necesidades humanas y operando siempre con transparencia.
Hace unos diez años, Ignacio Medrano era un joven neurólogo que, mientras trabajaba en el hospital, ya pudo darse perfecta cuenta de que la inteligencia artificial estaba a punto de materializarse en su ámbito de trabajo. Fue entonces cuando empezó a imaginar un proyecto que terminaría materializándose con Savana, la empresa que cofundó con la intención de llevar la IA a la medicina. “Queríamos utilizar los datos y las matemáticas computacionales para tener un mejor conocimiento de las enfermedades, tanto a nivel descriptivo, es decir por lo que respecta al presente, como a nivel predictivo, es decir, sobre el futuro”, nos dice.
Su objetivo era, en primer lugar, disponer de grandes cantidades de datos bien ordenados y “limpios” –“El big data debe ser clean data”, precisa–, para desarrollar una IA clínica, a la que el médico pudiera hacer preguntas, como, por ejemplo, la respuesta ante un determinado fármaco en un grupo de pacientes. En su opinión, “el cambio que esto supone es enorme”. Aunque todavía sea algo lento, está claro que sacudirá las inercias de los sistemas sanitarios: “Vamos hacia una medicina de precisión, en la que podremos precisar qué fármaco, y en qué dosis exacta, es necesario para un genoma determinado”.
Hacia un modelo predictivo
Se espera que pronto la IA empiece a transformar de forma radical algunas especialidades como la radiología. Josep Munuera, director de Radiodiagnóstico del Hospital de Sant Pau, coincide con Medrano en que para ello “es esencial que los datos estén digitalizados, como ya ocurre con las imágenes médicas desde hace más de una década”. Más adelante, Munuera espera que “la IA se aplique a otros campos, como la historia clínica o la anatomía patológica. Sin duda” –añade–, “ayudará a automatizar procesos y a estandarizar la forma de trabajar. Y contribuirá decisivamente a tomar decisiones más rigorosas e informadas”.
Esto permitirá incluso anticiparse a las posibles enfermedades del paciente; un escenario no exento de algunas dudas morales. Como bien apunta Julio Mayol, catedrático de Cirugía y jefe de sección de Cirugía en el Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, “la posibilidad de predecir una enfermedad tiene unas implicaciones sociales y éticas tremendas”. Ante el hecho inevitable de que “la tecnología acabe cambiando por completo la forma de organización del modelo sanitario”, Mayol propone “una gran alianza social, de los profesionales y del propio sistema sanitario para apostar por utilizar de forma adecuada y constructiva la IA”, siempre en favor de los pacientes.
Acelerando el conocimiento
Ignacio Medrano está convencido de que la función del médico, en un futuro próximo, será usar algoritmos para extraer conclusiones sobre la salud de sus pacientes. Esto implica formar a nuevos profesionales, con amplios conocimientos en medicina y también en tecnología (“Stanford ya está enseñando IA a sus médicos”, confirma este neurólogo y emprendedor).
También será “un poderoso vehículo para acelerar la investigación, en campos como por ejemplo las enfermedades raras, o para diseñar nuevos tipos de fármacos, gracias a la capacidad de los motores tecnológicos para explotar y analizar datos y obtener resultados diferentes a los que teníamos hasta ahora”, señala Josep Munuera.