¿Sueñan los androides con la inteligencia humana?
El ámbito laboral es uno de los principales campos de aplicación de la IA, por la optimización de recursos. Sin embargo, el futuro augura una transformación radical en la concepción del trabajo.
El cine ha insistido en ofrecer una visión catastrofista de la presencia de los robots y la inteligencia artificial en nuestras vidas. El film de Stanley Kubrick 2001: Una odisea del espacio (1968) narraba la rebelión del gran cerebro cibernético HAL 9000; la cinta de Ridley Scot, Blade Runner (1982) –que adaptaba el relato de ciencia-ficción de Philip K. Dick titulado ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?– mostraba a replicantes que llegaban a emular a los humanos en los dilemas más íntimos, como el temor a la mortalidad; y la más reciente Her (2013), de Spike Jonze, reflejaba la particular relación entre un hombre introvertido y taciturno y un seductor sistema operativo como síntoma de cierta soledad contemporánea.
Muchas voces comentan hoy la posibilidad de que la IA pueda quitar puestos de trabajo a las personas. Rubén Cruz está convencido de que “incidirá en ciertos ámbitos como el científico o el artístico, pero sobre todo servirá para complementar nuestra labor”. Para explicar las capacidades de esta tecnología, apela a las famosas películas de superhéroes de la saga de Los Vengadores: “La IA es como el robot llamado Ultrón, una especie de superhumano que, gracias a los poderes de la Gema de la Mente, se nutre de toda la experiencia humana”.
Un eficaz copiloto
Juan de Dios Llamas está convencido de que la IA tendrá una función de “copiloto”: “Sobre todo va a ser un asistente que impactará en todos los sectores y permitirá desarrollar muchas más tareas. Sin embargo, aún no hemos llegado a la siguiente fase, la de una IA general que sepa de todo y consiga hacer cualquier cosa mejor que un ser humano. Este es un horizonte para el que aún falta algún tiempo, quizá unos tres años, pero que puede transformar más radicalmente nuestra concepción del trabajo”, añade. Es, sin lugar a dudas, un escenario incierto, pero repleto de estimulantes opciones, que –como veremos a continuación– pueden tener algunas de sus aplicaciones más interesantes, e incluso revolucionarias, en campos científicos como el de la medicina.