3 herramientas de ayuda a una persona adicta
El papel de la sociedad y de las personas que rodean a los pacientes adictos es indispensable en el proceso de recuperación. Estos son los órganos que lo protagonizan.
Las adicciones y el consumo abusivo de drogas o sustacias tóxicas son un problema que necesita contar con herramientas para pedir auxilio, además de prevenir y tratar las dependencias conductuales.
Para ello, existen diversas acciones, entre las que destacan los servicios hospitalarios, que están a disposición de toda la ciudadanía, el papel activo de la familia y el entorno y, finalmente, la educación en las escuelas. De hecho, según EDADES, un 90 % de la población cree que si se formara en los centros educativos sobre esta crisis sanitaria se resolvería en gran medida la situación.
Los hospitales
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Son la pieza clave para iniciar cualquier tratamiento de cualquier enfermedad. Las instituciones públicas que cubren este servicio están diseñadas y enmarcadas en el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD), que dispone de recursos para la atención y el seguimiento de personas con adicción. El primer paso es acudir al médico de cabecera, quien derivará al paciente a la unidad de conductas adictivas de la provincia correspondiente. Allí harán una valoración del caso y propondrán un tratamiento que, dependiendo del diagnóstico, se derivará a un centro de tratamiento ambulatorio, una clínica de desintoxicación o una comunidad terapéutica.
La familia
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Desempeña un papel esencial en la recuperación de quienes sufren una adicción. El desgaste emocional y psicológico del proceso es de gran relevancia, y el área que más se resiente es el de la comunicación. Además, la desinformación y la falta de conocimientos para gestionar la situación evita una ayuda efectiva en la persona afectada. Un buen abordaje es el conocimiento de las normas y pautas propuestas por el centro médico, así como una comunicación activa con este para informar de las dificultades que se puedan ir imponiendo, sin intervenir en la autonomía del paciente.
La educación
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Finalmente, la educación es la herramienta de mayor poder en la prevención de este problema social, ya que es el lugar en el que los jóvenes pasan la mayor parte del día, y el ambiente escolar proporciona un reflejo y modelo de la conducta juvenil. El uso de sustancias psicoactivas puede manifestarse a través del comportamiento estudiantil, como el bajo rendimiento o las ausencias injustificadas, junto con comportamientos antisociales o violentos. Además, la colaboración entre los centros educativos y las organizaciones de asistencia sanitaria pueden promover una conciencia activa.