Un verano fuera de peligro
Las altas temperaturas ponen en riesgo nuestra salud, y con las previsiones para los próximos años, todo indica que debemos aprender a convivir con ellas.
Si hay algo que deba preocuparnos al exponernos al sol son, sin duda alguna, los golpes de calor. El cuerpo humano tiene cierta capacidad para aclimatarse a las temperaturas, pero el periodo de aclimatación puede durar entre cuatro y siete días, por lo que los primeros días de una ola de calor el cuerpo todavía no ha podido completar este proceso y son, precisamente, donde se producen la mayoría de muertes.
De hecho, un golpe de calor tiene lugar si la temperatura del cuerpo aumenta rápidamente y no conseguimos bajarla. Cuando esto ocurre, las membranas celulares pierden estabilidad y pueden romperse; además, algunas moléculas biológicas alteran su estructura y pierden su función, como es el caso de las proteínas. Esto puede poner en riesgo la vida si provoca daños en el cerebro u otros órganos vitales. Normalmente, un ser humano con una temperatura corporal por encima de los 41 grados puede sobrevivir en ese rango entre 45 minutos y 8 horas, pero si esta se encuentra por encima de los 49 grados, la media se reduce a 5 minutos antes de la muerte.
El problema de los golpes de calor reside en que, así como el efecto es inmediato y severo, su sintomatología puede ser confusa y variable. En muchas ocasiones, se manifiesta de forma progresiva, por lo que es difícil darse cuenta de que está ocurriendo. Los síntomas generales van desde la piel caliente, seca y enrojecida o el pulso acelerado hasta dolor de cabeza, fiebre por encima de los 40 grados, desmayos y convulsiones. Según la Sociedad Española de Médicos Generales (SEMG), la sudoración puede ser un aspecto clave a tener en cuenta, ya que es uno de los principales mecanismos activos por el que perdemos calor. Sabiendo lo que cada uno suda y por donde lo hace, la sudoración excesiva y en zonas no habituales puede ser un síntoma que nos revele qué está ocurriendo.
Mejor no arriesgarse
Las recomendaciones son claras: beber mucho líquido, evitar salir en el periodo de mayor calor (las franjas horarias en que la temperatura se eleve por encima de los 35 grados) y mantener el cuerpo a temperaturas estables. Es importante tener en cuenta estas indicaciones y respetarlas con rigurosidad, por lo que se recomienda tomar medidas como ventilar la vivienda con frecuencia, beber al menos un litro y medio de agua a diario, acompañándolo de alguna bebida isotónica para la pérdida de sales y salir de casa a partir de las seis de la tarde. Las duchas con agua fría o pasarse un paño frío por tobillos, ingles, axilas y frente, son dos opciones muy prácticas tras haber estado en la calle expuesto al sol.
Estas indicaciones son aún más necesarias en el caso de niños menores de cinco años, ya que aún no han desarrollado el sistema termorregulador, y en los adultos de más de setenta años, la franja de edad en la que más ha aumentado la mortalidad de este tipo. Las personas que tienen alguna patología de base también son más propensas a padecer un golpe de calor. Una de las enfermedades en las que esto queda más patente es la obesidad (especialmente si es obesidad mórbida), por la falta de regulación de la temperatura a causa de la grasa, y en las personas muy delgadas, por la deshidratación con la sequedad de los tejidos.
Por otro lado, la población general, y, particularmente, aquellos que practiquen deporte al aire libre, al exponerse, también deberían contar con recursos básicos como una gorra, gafas de sol, abanico, paraguas o incluso espray refrescante en caso de pasar varias horas en el exterior. También es importante llevar una buena alimentación, con una clara presencia de frutas y hortalizas, y evitar, en la medida de lo posible, el consumo de bebidas alcohólicas bajo los efectos del calor.