Exposición prolongada

La exposición prolongada a la radiación solar, un gran peligro en esta época

Algunos hábitos pueden ayudar a prevenir patologías oculares. Es fundamental acudir a revisiones periódicas y conocer la sintomatología.

Con el verano, los riesgos para la salud visual aumentan un 25%. La exposición prolongada al sol puede provocar graves lesiones oculares, pero muchas de ellas se pueden prevenir. Para ello, es importante acudir a revisiones periódicas aunque no existan molestias previas, estar alerta de posibles síntomas —visión doble, dolor ocular, exceso de lagrimeo…— y prestar atención a los antecedentes familiares. Además, para cuidar la salud de los ojos en esta época del año hay que hidratarlos, evitar frotarlos, no abusar de las lentes de contacto y protegerlos siempre del sol.

Y es que, en verano, las personas están en contacto diario con el sol y sus radiaciones. Por este motivo, cuando estamos al aire libre es indispensable proteger tan bien los ojos como lo hacemos con la piel. Sin las medidas necesarias podemos sufrir quemaduras en la piel y en la córnea, o degeneraciones en las capas elásticas de la conjuntiva, entre otras patologías oculares. A todo esto, hay que añadir que en esta época del año el mar refleja el 30% de la luz, mientras que la tierra solamente un 10%. En la montaña, al estar menos protegidos por la propia atmósfera, las lesiones por luz ultravioleta también aumentan.

A la dañina radiación ultravioleta se suman los problemas derivados de la sequedad propia de esta estación, que provoca una mayor evaporación de la lágrima y aumenta la sensación de ojo seco. Asimismo, muchas veces, para mitigar las altas temperaturas, se usan ventiladores o aires acondicionados que son perjudiciales para la vista, ya que este tipo de aire es muy seco y contribuye a secar la lágrima.

Ojo

Gafas de sol homologadas

El ojo humano se defiende de los rayos solares gracias a los párpados y a las pestañas, que bloquean parte de esas radiaciones. Su misión principal es intentar que solo unos pocos rayos puedan alcanzar la retina. La córnea y el cristalino son los que absorben en mayor grado las radiaciones UVA y UVB. Es aquí donde entra en juego el papel complementario de las gafas de sol con filtros, que impiden el paso, aproximadamente, del 95-100% de las radiaciones ultravioletas.

Escoger unas buenas gafas de sol es apostar por la salud ocular. Estas deben estar homologadas para proteger de los rayos UVA (responsables del envejecimiento celular) y de los rayos UVB, que guardan relación con las quemaduras y el cáncer de piel. Elegir unas gafas de sol —que también actúan como barrera protectora— con marcado CE y filtros del tipo 3-4 en los días más soleados ayuda a mantener una buena salud visual en verano y previene las alteraciones asociadas a la exposición solar. Además, unas lentes certificadas retrasan el riesgo de aparición de daños y lesiones oculares graves como las cataratas o la degeneración macular, consideradas hoy día como las más comunes en lo referente al deterioro que puede experimentar la visión.

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