Una hora que conlleva muchos cambios
El cambio horario, cuyo objetivo era en sus inicios ahorrar energía, repercute en el ritmo circadiano de las personas y, cómo no, en su salud y descanso.
La hora oficial de España actualmente no es la que se debería tener de acuerdo con su localización geográfica. ¿Y qué supone? Por ejemplo, que en las zonas más occidentales como Galicia, el sol se ponga a las 22.00 de la noche en verano y en invierno no salga hasta las 9 de la mañana. España, que se rige por la hora de Berlín y no la de Londres, consigue así datos curiosos. Volviendo a Galicia, esta comunidad tiene la misma hora que Varsovia (Polonia), que está a más de 3.200 kilómetros, pero una hora más que Portugal, el país vecino. Y todo ello se trastoca aún más cuando, dos veces al año, hay que cambiar la hora. Hay estudios que certifican que el cambio de hora provoca desajustes en el organismo, principalmente una alteración de sueño. Algo parecido a un jet lag, aunque no son problemas duraderos
Ahora volvemos a cambiar al huso de invierno, que se caracteriza por un menor tiempo de luz natural. La prioridad estos meses será “recibir la máxima luz natural posible”, explica Paula García Casanova, psicóloga especialista en sueño del Grupo HLA. Para ello, lo ideal es exponerse todo el tiempo que sea posible a la luz. La psicóloga recomienda, además, “evitar las gafas de sol de camino al trabajo y tratar que el espacio de trabajo esté cerca de una fuente de luz como, por ejemplo, una ventana”. En invierno, al ponerse el sol antes, la segregación de melatonina también comienza antes. “Por eso, es normal sentir somnolencia de forma adelantada”, añade. Para combatirla, el ejercicio físico es una buena herramienta.
Ritmos circadianos
El sistema circadiano (del latín circa, que significa “alrededor de”, y diez, que significa “día”) permite a las personas anticiparse a los cambios cíclicos del ambiente. Así garantiza una organización temporal de los diferentes sistemas internos. “A nivel cerebral, funciona como un reloj, por eso es habitual referirse a él como reloj biológico”, explica Paula García. Y, como buen reloj que es, necesita que lo sincronicemos con el ambiente todos los días. “La forma que tenemos de poner en hora el reloj con el ambiente es a través de los estímulos sincronizadores o zeitgebers”, añade. Sin duda, el más potente es el ciclo luz-oscuridad, pero también hay otros, como los contactos sociales, la actividad y el reposo.
En este sentido, el cambio de hora supone un reajuste del reloj biológico interno respecto al ambiente externo y esto requerirá, en mayor o menor medida, una adaptación que podría tener efectos en los ritmos circadianos de los distintos sistemas orgánicos, a nivel hormonal y metabólico, de conciliación o del mantenimiento de sueño.•