
El doctor moderno: una mezcla de científico, técnico y humanista
Formado en ciencia, entrenado en tecnología y guiado por valores éticos y humanos, el médico del siglo XXI afronta desafíos complejos en un sistema sanitario en constante evolución.
Resultaría imposible repasar aquí la sucesión de nombres y hallazgos que permitieron pasar del oscurantismo a las luces unidas a la ciencia, pero sí podemos reseñar algunos momentos fundamentales. Grandes nombres como los del médico romano Claudio Galeno, Oribasio de Pérgamo (médico personal de Juliano el Apóstata y recopilador del saber médico de su época en setenta volúmenes), o el persa Al-Razi (quien empezó a utilizar el alcohol para la desinfección) fueron esenciales en este lento progreso. También –es justo decirlo– hubo una historia negra de la medicina, que ha recogido bien el médico neurólogo y ensayista José Alberto Palma, con tratamientos terribles como el uso de las sanguijuelas o las prácticas cruentas de los llamados sacamantecas.
Para controlar que los médicos contaran con los debidos conocimientos y aplicaran procedimientos consensuados, se empezaron a crear instituciones académicas, que florecieron ya durante la época medieval, como la Escuela Médica Salernitana, en Nápoles, o la Facultad de Medicina de Montpellier, la más antigua del mundo, donde estudiaron, entre otros, Arnau de Vilanova o el escritor François Rabelais. Pese a todo, permanecían las creencias de inspiración religiosa, como el famoso toque del rey, que atribuía poderes sanadores al tacto de los monarcas.
Anatomía y razón
Más tarde, la medicina renacentista deberá enfrentarse, aún con pocas armas y mucho temor religioso, a grandes retos como la peste negra. Es la época de los anatomistas como Vesalio o Leonardo da Vinci, que estudian el cuerpo humano diseccionando cadáveres. Sin embargo, ya en los tiempos de la Ilustración empiezan a formarse las sociedades científicas. El médico es representado como el encargado de arrojar la luz del conocimiento,
como confirma el famoso cuadro de Rembrandt, La lección de anatomía (1632).
El siglo XIX marca el fin de la medicina más vertical (que solo permitía a los pudientes acceder a los mejores tratamientos médicos) para iniciar la fase de la medicina preventiva y la salud pública, de la mano de eminencias como Rudolf Virchow, considerado el padre de la patología moderna. Es también la época en la que empieza a utilizarse el éter, para la sedación de los pacientes antes de la cirugía. Los grandes descubrimientos se van sucediendo: la teoría microbiana y el estudio de los procesos infecciosos; la aparición del primer antibiótico, la penicilina, gracias a Alexander Fleming, o la aplicación de los rayos X, primera de las técnicas de diagnóstico por imagen.
El siglo XX dará lugar a la consolidación de las diferentes especialidades médicas y de los constantes avances en la farmacología y los tratamientos. La investigación será el factor clave para que la medicina evolucione a una velocidad vertiginosa. El médico dejará de ser el mero profesional experimentado, que se sirve de su olfato para llegar al diagnóstico, y empezará a acumular un número mayor de pruebas y evidencias que certifiquen de forma inequívoca la veracidad de sus afirmaciones. La medicina es ya un bien probado para el conjunto de la humanidad, que debe tener un alcance universal. Para tal fin se consolidarán los servicios de atención primaria en diversos países y, en 1948, la Organización Mundial de la Salud.