"Es difícil aceptar que cualquiera de nosotros ha podido ser el vector del contagio de un familiar"
Dr. Carlos Peña-Salazar médico psiquiatra y neurólogo especializado en neuropsiquiatría, epilepsia y trastornos del neurodesarrollo. Representante español del grupo NEED (Network of Europeans on Emotional Development) y asesor internacional del DACH. Inklusive Medizin (sociedad germanoparlante de medicina de la discapacidad). Doctor de Assistència Sanitària y psiquiatra interconsultor del Hospital de Barcelona..
La pandemia por el Covid-19 ha transformado nuestras vidas e impactado de formas distintas en las personas y en su salud mental. El confinamiento, los cambios radicales experimentados, el distanciamiento, las muertes cercanas, el miedo, los traumas... son secuelas psicológicas con las que también deberemos lidiar.
Miedo. Una palabra y un sentimiento que el Covid-19 también ha contagiado a muchas personas. ¿Podemos vivir con miedo?
Siempre se vive con cierto miedo. Y en los últimos meses este sentimiento ha sido más intenso y más frecuente de lo que estábamos acostumbrados. La pandemia ha golpeado a nuestra comunidad de una forma muy brusca, y nos ha expulsado a todos de nuestra zona de confort.
¿Pasará con la vacuna este sentimiento temeroso a contagiarnos o a que se contagien nuestros familiares más vulnerables?
En estos momentos, más que hablar de la vacuna debe considerarse la medicación profiláctica u orientada a tratar las consecuencias de la infección. Todos confiamos en que pronto llegue una vacuna efectiva, pero parece ser que no será inmediato. Nuestro miedo está directamente ligado a la incertidumbre y a la inseguridad, al desconocimiento del virus, a las consecuencias médicas y socioeconómicas que puede conllevar; al distanciamiento de nuestros familiares –sin saber cuánto tiempo perdurará esta situación–; a la inseguridad al regresar a casa y no saber si podremos contagiar a nuestra familia... Este es uno de los mayores temores que tenemos las personas en este momento. Porque podemos asumir el contagio y las consecuencias de cualquier enfermedad, pero es más difícil aceptar que cualquiera de nosotros ha podido ser el vector del contagio de un familiar. Cuando tengamos un mayor conocimiento del virus, conozcamos en detalle su contagiosidad, el perfil de las personas más susceptibles de contagio y de desarrollar complicaciones y podamos tratar las mismas con éxito, nuestra inseguridad e incertidumbre disminuirán y sentiremos menos temor.
El virus también ha afectado psicológicamente a los profesionales sanitarios. ¿Cómo se trabaja con esa presión añadida?
Nunca nos hubiéramos imaginado tener que trabajar en las condiciones en las que lo hemos hecho. El aumento de horas de trabajo, en condiciones incómodas, con mascarilla FPP2 y equipos de protección individual, y en ocasiones en otros roles a los que no estábamos acostumbrados –personal de otras especialidades atendieron a pacientes con neumonías– ha significado una carga física y emocional muy elevada.
En el caso de la salud mental, realizar entrevistas psicopatológicas con distancia y protegidos ha supuesto un desafío, ya que estas medidas que nos protegían en ocasiones dificultan el acercamiento emocional hacia el paciente. Las visitas psiquiátricas por videoconferencia han ayudado mucho a sobrellevar esta situación. Algo muy relevante durante esta pandemia ha sido la responsabilidad compartida que hemos tenido todos los profesionales hacia nuestros pacientes y familias, afrontando un dilema moral entre la correcta realización de nuestro trabajo y procurarnos una protección con el fin de evitarles un posible contagio. Todo sanitario acepta el riesgo de enfermar en el hospital, pero no así de contagiar a los suyos. Muchos compañeros decidieron confinarse en hoteles, otros se autoconfinaron en sus domicilios… El sentimiento de culpa y de inseguridad ha sido una constante durante estos meses.
¿Qué ayuda psicológica necesita un sanitario que se ha enfrentado en primera línea al virus?
Depende de cada persona. Hay compañeros que han procesado esta situación extraordinaria de forma adecuada y que no han necesitado ayuda psicoterapéutica; sin embargo, otros han requerido apoyo profesional. La carga de exposición emocional de cada sanitario, el haber sido contagiado, que lo hayan sido sus familiares, los apoyos de los que haya dispuesto durante la pandemia y de los que disponga ahora, así como la resiliencia de cada individuo, son factores que tienen un papel en los trastornos postraumáticos.
¿Hay algún síntoma o alguna alarma que nos indique que necesitamos la ayuda de un profesional?
En situaciones como las que hemos vivido, es frecuente padecer un mayor nivel de ansiedad e inquietud; irritabilidad, miedo e inseguridad; así como dificultades en la conciliación y el mantenimiento del sueño. Estos síntomas no requieren de tratamiento específico, siempre y cuando sean de baja gravedad y se autolimiten en el tiempo. Cuesta definir unos síntomas de alarma específicos, pero podríamos hablar de inseguridad, pérdida de la autoestima, de la ilusión, de la capacidad de disfrute, anestesia emocional, flashbacks (revivir imágenes), estado de hiperalerta e hiperpreocupación; además de trastornos del sueño que se mantengan invariables en el tiempo.
¿Qué problemas han sido los más comunes y repetidos entre el personal sanitario?
Los trastornos de ansiedad, los trastornos adaptativos y los síndromes depresivos han sido los más frecuentes, así como los trastornos de estrés postraumático. Cuando una persona se enfrenta ante una situación traumática, nuestra capacidad de procesar las emociones vividas puede verse comprometida, ya que el volumen y la intensidad de la misma supera a nuestro mecanismo de regulación. Existen diversos síntomas que pueden aparecer; pero la inquietud, la intranquilidad, la hiperpreocupación y las dificultades para relajarse, disfrutar y conciliar el sueño aparecen de forma frecuente.
¿Hay que preparar a los profesionales sanitarios para un rebrote? ¿Tenemos herramientas propias y que no utilizamos habitualmente que nos sirven para afrontar estos traumas? ¿Cuáles son?
Desde un punto de vista psicoterapéutico, se pueden dar algunas pautas de manejo que podrían facilitarnos recursos emocionales ante un nuevo brote. Sin embargo, el aumento del conocimiento sobre el virus y su tratamiento será lo que hará que trabajemos más tranquilos y con mayor sensación de seguridad. La focalización en nuestro trabajo, ser consciente de los riesgos y de las consecuencias que esto puede tener y una mayor certidumbre, nos permitirán afrontar futuras situaciones similares. Asimismo, sería aconsejable buscar espacios para realizar ejercicio físico, de relajación y de desconexión tras el trabajo. Además, mantener las relaciones con nuestra familia y amistades disminuirá el sentimiento de soledad.
Ser conscientes de que no somos superhéroes y de que hacemos nuestro trabajo todo lo bien que podemos, nos ayudará a estar más tranquilos y a no desarrollar sentimiento de culpa. Disfrutar de los pequeños placeres de una buena comida o de una conversación son vitales para poder mantener el equilibrio ante estas situaciones.
Y el trauma… ¿Cómo se afronta la pérdida de un familiar durante una pandemia? ¿Cómo se supera la “no despedida” a un difunto en estas circunstancias?
La pérdida de un familiar debe ser procesada. Cuando un familiar fallece, necesitamos
compartir nuestro dolor con los otros y recibir la empatía de los nuestros. El no poder despedirnos de nuestros familiares en los últimos momentos de su vida, ni poder celebrar un funeral de forma adecuada dificulta mucho el proceso de duelo. En estas circunstancias que hemos vivido, se ha intentado suplantar la presencia física de nuestros amigos y familiares con apoyo virtual (llamadas telefónicas, videoconferencias) y realizando ritos fúnebres paralelos (en casa con objetos del fallecido, de forma virtual compartida…). Para completar un proceso de duelo adecuado, debemos poder recordar a la persona difunta y compartir la tristeza y la pérdida con nuestros seres queridos, utilizando todas las herramientas disponibles. Sería recomendable llevar a cabo las “ceremonias de despedida” tan pronto como sea posible, ahora que la situación ha mejorado. Esto nos ayudará a superar la muerte de nuestros familiares.
¿Cómo afecta el Covid-19 a la salud mental de los niños? ¿Tendrá consecuencias en su salud mental en el futuro?
Es una situación estresante que debe de manejarse de forma apropiada. Debemos transmitir calma y confianza a los niños y explicarles de una forma adaptada lo que está ocurriendo. Respecto al distanciamiento físico, debemos explicarles adecuadamente sus motivos, sin alarmismos y transmitiendo calma y seguridad. Debemos utilizar métodos sustitutivos para mantener las relaciones sociales. Distanciamiento físico no debe significar distanciamiento social.
Hay niños que no quieren salir a la calle por miedo… ¿Es esa reacción ya un trauma evidente?
No. Es una consecuencia de la situación que estamos viviendo. Debemos manejarla de forma adecuada, llevando a cabo una salida progresiva a los espacios públicos y aumentando de la misma forma la cercanía física con otras personas. Si situaciones como esta perdurasen en el tiempo, deberíamos buscar ayuda profesional.