
La apuesta por el envejecimiento activo
Es muy importante conocer qué factores contribuyen a mantener esa reserva fisiológica indispensable que nos permite afrontar el día a día a pesar de cumplir años.
Está claro: uno de los secretos para afrontar con éxito la madurez es mantenernos siempre activos y saludables. Tal como señala Ignasi Bardés, médico especialista en familia y geriatría, un elemento esencial para cumplir con este objetivo es “preservar nuestra reserva fisiológica”. Este concepto hace referencia a la capacidad orgánica indispensable para que podamos hacer frente a la actividad diaria. Evidentemente, “a medida que cumplimos años, dicha reserva va descendiendo hasta llegar a un punto de fragilidad, en el que aún no podemos considerar que estemos verdaderamente enfermos, pero donde nos hallamos ya en el límite para satisfacer nuestras necesidades”, afirma Bardés.
Una visión holística
Mantener e incrementar al máximo la reserva fisiológica se revela, pues, como un elemento primordial. Para ello, debemos atender –como señala Bardés– “a varias dimensiones que, cuando están armonizadas, constituyen un auténtico círculo virtuoso: el ejercicio y la nutrición son, sin lugar a dudas, fundamentales para tener una constitución física donde haya más proteína que grasa. Pero también es muy importante mantener una vida cognitiva activa y saber cuidar de las esferas sociales y emocionales”.
Esto no es un reto meramente individual, sino que exige de una implicación global que supone una transformación de la mirada de la sociedad en torno a la vejez. En palabras de Bardés, “debemos cambiar el concepto que tenemos hoy de nuestros mayores. En lugar de limitarnos a considerar que son personas que ya han cumplido con su papel, podemos integrarlas mucho más, tener en mayor consideración todo el conocimiento y la experiencia que aún pueden aportarnos”.
La visión holística de Bardés coincide plenamente con la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define el “envejecimiento activo” como un “proceso en el que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad para mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen”. Por supuesto, esto implica diversas variables: las personales (como la condición biológica y genética de cada persona, o su personalidad) así como las comportamentales (aquellas relacionadas con los hábitos y estilos de vida).
A todas ellas, debemos añadir el inevitable impacto de los determinantes externos (sociales, económicos, ambientales o de infraestructuras y servicios sanitarios).
Las virtudes de la medicina preventiva
Para Tamara Pazos, “lo fundamental es mantener la homeostasis, es decir, la capacidad del organismo para regular sus señales de producción hormonal. Estas están vinculadas a la saciedad, el sueño, las emociones o el dolor” y también a cómo nuestros órganos y nuestra conducta reaccionan a dichas señales de forma óptima para la supervivencia.
“Para ello necesitamos constancia en lo básico: ejercicio físico moderado y regular, descanso de calidad, alimentación rica en fibra, antioxidantes y grasas saludables, y una buena gestión del estrés. También es importante cultivar actividades que nos den disfrute y conexión social: reír, compartir, aprender cosas nuevas. Todo eso regula tanto la inmunidad como la producción hormonal. En realidad, no hablamos de intervenciones espectaculares, sino de rutinas sencillas que, mantenidas en el tiempo, son la verdadera medicina preventiva”, añade Pazos.