¿Hasta cuándo seguiremos cambiando la hora?
A finales de octubre, en España toca olvidarse del horario de verano: se atrasa una hora el reloj para adecuarse al horario de invierno, pero ¿de dónde viene esta costumbre? ¿Por qué se sigue haciendo?
En España, el último domingo de marzo y el último domingo de octubre están marcados en rojo en el calendario. Esos días cambia la hora. Dos horarios, el de verano y el de invierno, que nacieron hace muchas décadas con el fin de aprovechar la luz solar y consumir menos energía. Pero, según un informe del Instituto para la Diversificación de la Energia (IDEA), este ahorro energético solo representa 6 euros por persona y año. La hora siempre ha sido un tema caótico en España. Antes del siglo XX cada provincia o comunidad llevaba a cabo sus cambios horarios según sus conveniencias. Luego se estableció que la hora española oficial se basaría en el meridiano de Greenwich. Y en 1918 se produjo el primer horario de verano. Sin embargo, el horario español lleva desfasado desde tiempos de Franco. Concretamente, desde 1940. España empezó, entonces, a seguir la hora alemana como un gesto para estar más ‘cerca’ de Hitler.
En realidad, el reloj español debería ir al unísono que Portugal, pero no. Y es que, geográficamente, España debería regirse por el huso horario de Londres. Desde 1940, lo que le pasa a España es que tiene en realidad dos horas por delante respecto al sol. De ahí que se considere que en el país las costumbres son tardías: eso de comer a las 15 h o acostarse a las 23 h. En realidad, respecto al sol, comemos como los demás países europeos a las 13 h y nos acostamos igual de pronto. La actual zona horaria de España es CET, Central Europe Time, como Viena, Bruselas, Berlín o Ámsterdam. Pero, por su situación geográfica, se halla en la zona correspondiente a la hora de Europa Occidental, como el Reino Unido y Portugal.
¿Todo el mundo cambia la hora?
Tradicionalmente, ha habido cambios de criterio sobre tomar parte o no en este cambio de hora. Desde 2018, la Comisión Europea debate si eliminar el cambio de hora en los países miembro, después de que el 84% de los 4,6 millones de ciudadanos europeos que participaron en la consulta se posicionaran a favor. El problema se centra ahora en qué huso horario queda fijo en cada país y en ese punto crece la discordia. La propia Comisión Europea, que puso sobre la mesa la propuesta de anulación del cambio horario ya en 2019, se arrepintió señalando que que no debía aplicarse “ningún cambio precipitado en los husos horarios” sin que todos los ciudadanos europeos conozcan “los riesgos y oportunidades que comporta”. España, teniendo en cuenta el calendario oficial publicado en el BOE, se mantendrá como Europa y seguirá cambiando el reloj oficialmente durante los próximos cinco años. No será, como mínimo, hasta marzo de 2027, cuando podría cambiarse la hora por última vez.
Paralelamente, mientras en Europa el debate sigue abierto y sin solución cercana, el senado de Estados Unidos ya ha votado por implantar definitivamente el horario de verano a partir de noviembre del año que viene. Hasta ahora, en las zonas estadounidenses con latitudes cercanas al Polo, como sucede en Alaska, podían pasar más de cuatro meses sin ver la luz. Eso se traduce en que es una de las zonas con mayores tasas de depresión. Algo que se espera que descienda con esta nueva ley. Y es que, en realidad, no todos los países del mundo cambian dos veces al año sus manecillas. Es una práctica muy instaurada en Europa y América del Norte, pero nada popular en la India, China o África. En realidad, apenas el 40% de los países del mundo ajustan sus relojes.
Ya lo decía la popular canción mexicana, “reloj, no marques las horas porque voy a enloquecer”. Y es que más allá de los beneficios en el uso (y factura) de la luz, a los cambios horarios se le suma otro factor: la salud. Esta especie de jet lag autoimpuesto puede llegar a causar fatiga, somnolencia, insomnio, falta de concentración o irritabilidad.