
Hablamos con el doctor Carlos López-Otín, Profesor en Bioquímica y Biología Molecular y autor de 'La levedad de las libélulas', sobre las claves del envejecimiento saludable.
“Tener un propósito vital es un elixir de longevidad”
Considerado como uno de los científicos españoles de mayor relevancia internacional, López-Otín ha investigado a fondo el cáncer y las formas de combatir el envejecimiento. Al mismo tiempo, ha escrito relevantes ensayos divulgativos que reflexionan sobre todas estas cuestiones. Su visión aúna el conocimiento avanzado que proporciona la ciencia con la sabiduría del humanista.
¿Qué relación cree que mantenemos, en nuestras sociedades con el envejecimiento y la muerte?
Nuestra relación con ambos procesos biológicos es compleja y a menudo muy insatisfactoria. No es sencillo aceptar que el envejecimiento y la muerte son procesos naturales que nos han acompañado en nuestra historia evolutiva y que han sido fundamentales desde que hace 3.800 millones de años la vida comenzó a abrirse camino en nuestro planeta. Siempre recuerdo a mis estudiantes que, para progresar, la vida tuvo que inventar la muerte. Por mi parte, acepto con absoluta normalidad el envejecimiento y la muerte. No creo en la inmortalidad; lo que me ocupa y preocupa son las enfermedades asociadas al paso del tiempo, no el envejecimiento. No me dedico a combatirlo, sino a tratar de entenderlo, primero en términos moleculares y celulares, y más recientemente profundizando en los aspectos sociales y emocionales. Y respecto a la muerte, me abruma la que acontece a destiempo, la que deriva de enfermedades hereditarias o minoritarias para las que no hay terapias adecuadas, la que surge de patologías comunes a las que la ciencia y la medicina por ahora solo pueden oponer un conocimiento parcial e insuficiente. Pero estas insuficiencias no pueden servir de excusa para hacer una oda a la ignorancia y fomentarla desde posiciones de poder e influencia.
Su primer libro de la ‘Trilogía de la Vida’, ‘La vida en cuatro letras’ (Paidós), lo escribió, en cierto modo, para “ayudarse a sí mismo”, puesto que, como ha explicado, había perdido su propósito de vida. ¿Qué importancia tiene dicho propósito vital en nuestra salud y longevidad?
Fui educado por grandes maestros y mentores en el estudio de las claves moleculares y celulares de la vida y de las enfermedades. Sin embargo, el paso del tiempo y nuestro propio trabajo científico me han ido enseñando que hay otros factores, incluyendo los sociales y emocionales, que influyen decisivamente en nuestra salud y en nuestra longevidad. Entre estos, el hecho de poseer un propósito vital es un buen elixir. Hay muchos tipos de ikigai, así que cada uno debemos encontrar el nuestro, y asumir que puede que no dure para siempre. Para mí, el concepto de propósito vital es muy sólido en mi mirada a largo plazo, pero necesariamente dinámico en las formas de afrontarlo.
¿Qué factores podríamos señalar como importantes para una longevidad saludable? ¿Qué hábitos positivos podemos desarrollar para un mejorenvejecimiento?
En mi último libro, La Levedad de las libélulas (Paidós), he reflexionado mucho sobre estas cuestiones y he propuesto una ecuación de salud que resume mi pensamiento al respecto. Esta fórmula condensa una idea basada en que la salud deriva de nueve características dinámicas que mantienen las funciones de nuestro organismo y procuran nuestro bienestar físico y emocional. Las tres primeras claves cubren los aspectos más estrictamente moleculares y se pueden concretar en tres ideas –espacio, tiempo y regulación– que pretenden que todo lo que deba pasar en nuestro cuerpo ocurra en su lugar, a su debido tiempo y en perfecta coordinación. Sin embargo, el arte de la salud es mucho más complejo e incluye otros factores relacionados con nuestros particulares estilos de vida en cuanto a nutrición, ejercicio y sueño, mientras tratamos de evitar aspectos negativos como el estrés y la toxicidad tanto ambiental como humana. Por último, he incorporado una novena clave, la adaptación psicosocial, que pretende poner en contexto molecular los aspectos relativos al bienestar emocional y cuyas deficiencias están en el origen de la epidemia de tristeza que se extiende por nuestra sociedad.
¿Las nuevas generaciones envejecerán mejor que sus predecesoras? ¿Aumentará la diferencia entre edad biológica y cronológica?
Hace cien años, en países muy avanzados, la esperanza media de vida giraba en torno a los 35 años. Hoy, en España, esta cifra supera los 80 años, y hay alrededor de 20.000 centenarios. Estas cifras van a aumentar, y espero que el progreso científico, médico y social determinen que todos vivamos un poco más y, sobre todo, un poco mejor.
¿Deberían las personas mayores jugar un papel más activo en nuestra sociedad? ¿Ocurrirá así en un futuro próximo?
Esta es una cuestión muy difícil, pues lo que se percibe de manera general es falta de respeto, desdén, desatención y marginación hacia los más mayores. Por otro lado, he tenido la suerte de conocer a maravillosos profesionales en el campo de la geriatría, y de la atención primaria, cuya atención a los ancianos es excepcional y ejemplar. Mis padres pasaron sus últimos años en la residencia municipal de mi pueblo natal y mi gratitud a todo el personal que los atendió con infinito respeto y cariño no puede expresarse con palabras. Estamos, por tanto, ante un dilema al que solo nos podemos enfrentar con una palabra: educación. El nivel de educación de nuestra sociedad y la definición de sus prioridades reales –no las que se citan, pero que después se incumplen– será el que determine el papel que deberán desempeñar los más mayores en un futuro en el que representarán la mayoría de la población.
Dr. Carlos López-Otín
Miembro de la Academia Europea y de la Real Academia de Ciencias de España. A lo largo de su carrera de investigación ha trabajado en el Hospital Ramón y Cajal y en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, además de varias universidades estranjeras.