
¿Cómo cambiará el clima europeo si las corrientes oceánicas se ralentizan?
2025 puede suponer un punto de inflexión para el cambio climático. La ralentización de las corrientes oceánicas podrían poner en jaque el hemisferio norte y el clima europeo.
Hace varios años que el comportamiento de las corrientes oceánicas tiene preocupados a los mayores expertos del clima del planeta. Funcionando como una gran cinta transportadora que mueve el calor por el planeta, la circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC) es un elemento clave para mantener el clima templado de Europa. Sin embargo, los científicos llevan años advirtiendo: este sistema se está debilitando.
El deshielo masivo en zonas del ártico y Groenlandia está provocando una entrada masiva de agua dulce a esta corriente, provocando su ralentización. Si esta situación sigue manteniéndose, e incluso colapsando, las consecuencias para el clima europeo podrían ser enormes.
La corriente del Golfo: el motor del clima europeo
El clima en Europa no es templado por casualidad. La corriente del Golfo, una de las partes más importantes de la AMOC, transporta aguas cálidas desde los trópicos hacia el Atlántico Norte, moderando las temperaturas de países como España, Francia y el Reino Unido. Al llegar al norte, estas aguas se enfrían y se hunden, formando una corriente profunda que regresa al sur, completando un ciclo que regula el clima global.
Pero estudios recientes han demostrado que esta enorme maquinaria natural está en peligro. La fusión acelerada de los glaciares en Groenlandia está aportando demasiada agua dulce al océano, reduciendo la densidad del agua y dificultando su hundimiento. Como resultado, la corriente se ralentiza y pierde fuerza.
La ralentización de la AMOC podría ser un evento clave para el futuro climático del planeta, transformando completamente las condiciones de vida en todo el mundo. En el hemisferio norte, y especialmente en Europa, las consecuencias de este fenómeno podrían devolver al continente a una pequeña edad de hielo como la que se vivió entre los siglos XVII y XIX. Entre las posibles consecuencias que podríamos encontrar tenemos:
- Inviernos mucho más fríos: aunque el cambio climático suele relacionarse con un calentamiento extremo del planeta, la ralentización de la AMOC devolvería el frío a Europa occidental. Sin el aporte de calor de la corriente del Golfo, ciudades como Londres, París o Madrid podrían afrontar inviernos más crudos, similares a los de Canadá. Este enfriamiento, además, se daría de forma mucho más pronunciada que el aumento de temperaturas que sufrimos actualmente, (de 0,2 ºC de aumento de media por década, que ya de por sí es una barbaridad, a un descenso de 3 ºC en el mismo lapso de tiempo). En un período de cien años, regiones como Noruega (ya de por sí frías) podrían experimentar una bajada de temperaturas de más de 20 ºC.
- Tormentas más intensas: la corriente también influye en la formación de tormentas en el Atlántico. Si se debilita, podríamos ver huracanes más fuertes y lluvias torrenciales en la costa europea. Este fenómeno lo podemos empezar a intuir con la frecuencia con la que, cada vez, tenemos grandes riadas y lluvias torrenciales en otoño, como fue en 2024 el caso de la DANA de Valencia.
- Sequías en el sur de Europa: como contraparte al enfriamiento del norte, el sur de Europa podría volverse más árido. Zonas del sur de España como Andalucía o Murcia, y otras de países como Italia y Grecia, podrían ver cómo sus veranos se vuelven aún más secos, afectando a la agricultura y el suministro de agua. Problemas como grandes incendios, que en los últimos años se han vuelto frecuentes, se intensificarían.
¿Es posible un colapso total?
Algunos estudios recientes apuntan que la AMOC podría colapsar por completo antes de que acabe el siglo. De hecho, un artículo publicado en Nature en 2023 sugiere que esto podría ocurrir incluso antes de 2050, con algunos modelos prediciendo un punto de inflexión en 2025. Otros estudios, ligeramente más optimistas, estiman que, si bien desde 2025 ya podremos observar algunas consecuencias, el punto de inflexión se situaría en 2057 y los efectos se extenderían hasta 2095. Sea como sea, lo que se deriva de estos estudios es un acercamiento de la fecha estimada del colapso de la AMOC, que tradicionalmente se había estimado en el siglo xxii.
El principal problema que nos encontramos a la hora de afrontar este suceso es que, una vez que la AMOC se detiene, reactivarla no es fácil. En el pasado, colapsos similares han provocado cambios climáticos drásticos, como la pequeña edad de hielo, que entre los siglos xvi y xix trajo inviernos gélidos a Europa y afectó a las cosechas durante décadas.
¿Podemos evitarlo?
Aun así, todavía no es tarde para actuar. Los expertos coinciden en que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es clave para frenar el calentamiento global y evitar la fusión de los glaciares que está alterando el océano. Al mismo tiempo, se están estudiando soluciones tecnológicas para mitigar el impacto en las corrientes marinas, aunque ninguna parece viable a gran escala, por ahora.
Lo que está claro es que la ralentización de la AMOC ya no es un problema del futuro lejano. Es un proceso que está en marcha y que podría transformar nuestro clima en las próximas décadas. La pregunta, pues, no es si afectará al clima europeo, sino cuándo y hasta qué punto.