¿Reducir el consumo de carne nos haría más sostenibles?

¿Reducir el consumo de carne nos haría más sostenibles?

¿Te has preguntado alguna vez cuánto contamina la carne que consumes? Desde su producción hasta llegar a la mesa, el impacto de la industria cárnica es de los más perjudiciales para el planeta.

POR Joan Miquel Mas Salom | 05 Julio 2024

Todos sabemos que un buen chuletón en su punto es imbatible. Y quien dice un chuletón dice unas costillas, una lechona o un cachopo. El consumo de carne, más allá de la nutrición, es uno de los hábitos culturales más extendidos en la mayoría de las culturas del mundo. Tradicionalmente, el consumo y la producción de carne solían ir unidos a una serie de rituales culturales, marcando pasos de estación o señalando fechas destacadas del calendario.  

Sin embargo, el consumo desatado y la producción masiva de las sociedades actuales tienen un enorme impacto medioambiental. Desde las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta el uso intensivo de agua y la deforestación, la producción de carne contribuye significativamente a la degradación ambiental.
 

La enorme huella de carbono

Un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) revela que la producción de carne es responsable de aproximadamente el 14,5% de todas las emisiones antropogénicas de GEI. Esto se debe principalmente a las emisiones de metano, procedentes de la fermentación entérica de rumiantes como las vacas, así como al óxido nitroso liberado por el estiércol y el uso de fertilizantes nitrogenados en los cultivos destinados a la alimentación animal.
 

Además, la producción de carne de vacuno es especialmente intensiva en carbono. Según un estudio de 2023 de la Universidad de Oxford, producir un kilogramo de carne de res genera entre 20 y 60 kilogramos de CO2, mientras que la carne de cerdo y pollo emiten significativamente menos, con cifras alrededor de 7 y 6 kg de CO2 por kilogramo, respectivamente.
 

El consumo de recursos

Pero el impacto de la producción de carne no solo se limita a los GEI, sino que también consume enormes cantidades de agua. Según el Water Footprint Network se necesitan, aproximadamente, 15.415 litros de agua para producir un kilogramo de carne de res. Este uso intensivo de agua comprende tanto el riego de los cultivos que se utilizan para alimentar al ganado como el agua que los animales beben durante su vida.
 

Además, a la cantidad de agua necesaria se le une la deforestación asociada con la producción de carne. Grandes extensiones de bosque tropical, especialmente en el Amazonas, se talan para crear pastizales para el ganado o para cultivar soja destinada a la alimentación animal. Un estudio publicado en 2023 en la revista Nature destaca que el 80% de la deforestación en la Amazonia se debe a la ganadería. La destrucción de bosques para actividades industriales no solamente es negativa por las emisiones de carbono que genera, sino también por la pérdida de biodiversidad y la desestructuración de ecosistemas naturales, reduciendo significativamente la flora y la fauna de esos lugares. 
 

La dieta 'plant-based' o flexitariana

Reducir el consumo de carne es una de las medidas más efectivas para disminuir su huella ecológica. Aunque sea de forma parcial, aumentar la ingesta de productos de origen vegetal (y, siempre que sea posible, de comercio de proximidad y/o agricultura ecológica) puede reducir significativamente las emisiones de GEI y el consumo de recursos naturales. 

Sin embargo, esto no debe significar la desaparición de la carne de nuestra dieta. Sus valores nutricionales pueden ser muy positivos para nosotros. Aun así, siempre que sea posible, es mejor optar por carnes procedentes de prácticas ganaderas extensivas y de producción sostenible.

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