“Las lesiones vasculares pueden desencadenar dificultades cognitivas que repercutan en la capacidad funcional del paciente”
Dra. Ana Malagelada Seckler, especialista en neurología en Institut Neurològic de Barcelona
¿Cuáles son los primeros signos de alarma que nos alertan de una posible enfermedad degenerativa?
Dependiendo de la enfermedad degenerativa de que se trate, podemos detectar, por ejemplo, cambios en la esfera cognitiva en forma de una pérdida de memoria, una dificultad para encontrar las palabras y expresarse, un cambio en el carácter o la conducta, mayor indiferencia hacia el entorno, pérdida de empatía o mayor apatía. También podemos advertir cambios físicos, en la motricidad, pérdida de agilidad en los movimientos o la aparición de movimientos anormales como el temblor. El neurólogo es quien debe valorar y estudiar si las quejas subjetivas del paciente, sus síntomas o los signos en la exploración son propios del envejecimiento fisiológico, o si, por el contrario, orientan hacia una enfermedad degenerativa.
¿Por qué se produce el deterioro cognitivo y la demencia?
Si hablamos de los cambios microscópicos que se producen en el cerebro y que lo dañan, estos son diferentes en función de la demencia de que se trate, pero, básicamente, consisten en el depósito y acúmulo progresivo de proteínas anómalas en el tejido cerebral, en la presencia de fenómenos inflamatorios y en el deterioro de las pequeñas arterias que nutren el cerebro. Si nos referimos al origen de la demencia, sabemos que en algunas de ellas hay una clara predisposición genética y, en otras, colaboran la presencia de enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial, niveles elevados de colesterol, o malos hábitos, como el tabaquismo, el consumo de alcohol, una dieta inadecuada o el sedentarismo.
¿Qué factores son decisivos para su aparición? ¿Se puede evitar o retrasar?
Debemos procurar que nuestro metabolismo, por un lado, y nuestro sistema inmunitario, por el otro, gocen de buena salud, es decir, que funcionen de forma óptima. Para ello es imprescindible seguir una dieta saludable, tanto para asegurar el aporte de todos los nutrientes necesarios, como para evitar los alimentos nocivos, evitar la obesidad y conseguir una flora digestiva óptima, que es un componente clave de nuestro sistema inmunitario. El ejercicio, tanto físico como cognitivo, la buena calidad del sueño y un buen estado anímico son factores igualmente importantes. Debemos acudir regularmente al médico de familia, para que nos ayude a controlar nuestros niveles de tensión arterial, azúcar y colesterol en sangre.
¿Qué papel tiene la genética o la herencia a la hora de acabar sufriendo este tipo de patologías?
La herencia ejerce un papel importante en la mayoría de demencias, aunque en un grado variable. Tiene más peso cuando hay antecedentes de demencia en parientes de primer grado menores de 65 años. En cualquier caso, sabemos que la herencia genética no es, ni mucho menos, siempre determinante, ya que la expresión de nuestra información genética puede verse influenciada por factores metabólicos o factores externos, y es aquí donde nosotros podemos intervenir.
“La pandemia por Covid-19 ha sido una prueba indiscutible de cómo la falta de actividad y relaciones sociales aceleran nuestro envejecimiento”
¿Cómo ha cambiado el diagnóstico de estas enfermedades?
Ha habido grandes progresos en el diagnóstico en los últimos años. La detección y cuantificación de determinadas moléculas biológicas en el líquido cefalorraquídeo, los biomarcadores, a través de una punción lumbar, es uno de ellos. Es probable que en un plazo no muy lejano podamos hacer una aproximación diagnóstica a través de la detección de biomarcadores en sangre mediante un simple análisis de sangre. Los estudios de neuroimagen, como la resonancia magnética o el PET (tomografía por emisión de positrones), han supuesto también un gran avance en el diagnóstico. La mejoría en las técnicas diagnósticas nos está permitiendo, además, definir mejor las enfermedades neurodegenerativas y, probablemente, en las próximas décadas iremos averiguando cada vez más que detrás de unos mismos síntomas subyacen muchos mecanismos fisiopatológicos diferentes y de distinto origen.
¿Qué mejoras se han vivido, además, en cuanto a los tratamientos y cuidados de estos pacientes?
Aún no disponemos de ningún fármaco que cure la enfermedad ni tampoco que mejore en gran medida su pronóstico. Los fármacos disponibles únicamente consiguen ralentizar ligeramente la evolución. Sin embargo, gracias a que cada vez conocemos mejor los mecanismos que producen el daño cerebral, es de esperar que el futuro no muy lejano nos depare el descubrimiento de moléculas más eficaces. Por otro lado, la sociedad se ha hecho más consciente de la necesidad de que las personas mayores realicen actividad física y mental de forma regular para enlentecer el deterioro físico y cognitivo. La reciente pandemia de Covid-19, con el consiguiente confinamiento, ha sido una prueba indiscutible de cómo la falta de actividad y relaciones sociales aceleran nuestro envejecimiento.
¿Cómo puede una enfermedad degenerativa afectar a la familia del paciente? ¿Qué papel deben tener en la calidad de vida del paciente?
La familia de un paciente con una enfermedad neurodegenerativa sufre, por un lado, el daño emocional que le produce el comprobar cómo una persona querida se deteriora, cambia su forma de ser y se vuelve dependiente. Junto a este duelo y de forma simultánea, sin tregua, debe superar día a día los escollos que ofrece la nueva situación y adaptarse. Es un enorme reto que nunca resulta fácil. Por ello es tan importante que se disponga de recursos y herramientas que allanen el camino al cuidador y a la familia. Es fundamental que los cuidadores del paciente no se vean desbordados por la situación, entre otras cosas, porque su estado de ánimo también repercutirá en el paciente.
Además del alzhéimer, ¿qué otras enfermedades degenerativas suelen tratarse en los pacientes más mayores?
Tratamos otro tipo de demencias, de origen degenerativo o vascular fundamentalmente, y enfermedades que afectan, sobre todo, a la motricidad, como la enfermedad de Parkinson o parkinsonismos.
La demencia vascular quizás es de las menos conocidas. ¿En qué consiste esta enfermedad y cómo afecta a los pacientes?
La demencia vascular se produce como consecuencia de lesiones vasculares en el cerebro, es decir, como resultado del daño arterial. Cuando los vasos cerebrales se obstruyen por la formación de trombos, o bien porque su pared arterial degenera, las neuronas no reciben aporte sanguíneo y mueren. Tanto la suma de múltiples pequeñas lesiones isquémicas como una lesión extensa por un gran infarto cerebral pueden desencadenar dificultades cognitivas que repercutan en la capacidad funcional del paciente.
¿Cuál es su frecuencia y cómo se afrontan desde el campo de la neurología?
La demencia vascular es la segunda causa de demencia después de la enfermedad de Alzheimer, suponiendo el 15-20% del total de demencias en Norteamérica y Europa. El objetivo prioritario para evitar este tipo de demencias es evitar el ictus cerebral, y, por lo tanto, controlar todos los factores que predisponen al mismo. No hay que olvidar que también existe una predisposición genética a la aterosclerosis, así como a patologías que conducen a la enfermedad cerebrovascular. En los últimos años, se han producido grandes avances en el tratamiento del ictus agudo, mediante la trombolisis y la trombectomía mecánica, y en muchos casos se han conseguido evitar sus dramáticas consecuencias, entre ellas, la demencia.
¿Qué factores determinantes contribuyen a la aparición y aceleración de este tipo de demencia?
Influyen todos aquellos factores que favorecen la aterosclerosis, como son los niveles elevados de grasas en sangre, la diabetes y la hipertensión arterial, que constituyen el llamado síndrome metabólico, una situación de elevado riesgo para la enfermedad cerebrovascular. La falta de ejercicio, el sobrepeso y una dieta inadecuada son asimismo factores predisponentes, entre otros motivos, porque favorecen la aparición del síndrome metabólico.
Una de las enfermedades degenerativas más comunes en la tercera edad es el alzhéimer. ¿Cuáles son los primeros signos de esta patología?
El síntoma más frecuente es la pérdida de memoria reciente. Los pacientes olvidan, por ejemplo, acudir a una cita, no recuerdan conversaciones mantenidas con amigos o familiares, no están informados de la actualidad, aunque miren las noticias, y se repiten durante una misma conversación. Hay dificultad para nuevos aprendizajes, que puede manifestarse como dificultad para manipular un nuevo electrodoméstico o si, por ejemplo, están laboralmente activos, la incapacidad para aprender nuevas herramientas informáticas. Progresivamente se van perdiendo otras facultades cognitivas, como la orientación espacial, que se hace muchas veces evidente cuando conducen y no recuerdan qué salida de la carretera tomar o cómo llegar a un destino concreto. Se añade la dificultad para evocar palabras y un empobrecimiento del lenguaje, la pérdida de habilidad manual, la incapacidad para planificar y organizar, etc. Con frecuencia los pacientes no son conscientes de sus dificultades, lo que conocemos con el término de anosognosia y, por ello, también frecuentemente son las personas del entorno del paciente las que consultan, cuando advierten que las dificultades cognitivas empiezan a repercutir en su vida laboral, familiar o social.
No debemos olvidar que el envejecimiento natural o fisiológico también conlleva una disminución de nuestra capacidad cognitiva, por lo que es el neurólogo el que deberá valorar si nuestras quejas cognitivas son características de la edad o no.
Pese al avance en tecnologías, ¿el trato humano sigue siendo esencial?
El trato humano, de igual manera que en el resto de enfermedades, es un factor decisivo, si no tanto en la evolución, sí en la forma de sobrellevar la enfermedad. Una persona enferma, en general, necesita absolutamente que su entorno entienda cómo le está afectando su patología y cómo la está viviendo, es decir, anhela la comprensión y la empatía de las personas de su entorno. En el caso de las enfermedades degenerativas, como la mayoría de ellas afectan a la capacidad cognitiva del paciente, este pierde progresivamente su capacidad para desenvolverse en el día a día, cambia su forma de ser y a veces sufre trastornos de conducta. Todo ello exige todavía más comprensión y tolerancia por parte de la familia y cuidadores que en otro tipo de patologías. El trato cariñoso y amable por parte del entorno del paciente es muy importante, incluso en fases avanzadas de la enfermedad. Se ha comprobado que el procesamiento cerebral de las emociones y los sentimientos pueden estar relativamente preservados en pacientes con demencia.
¿La sociedad sigue estigmatizando este tipo de enfermedades?
Yo diría que la sociedad actual no estigmatiza estas enfermedades en concreto, sino que estigmatiza la vejez. Estamos inmersos en una sociedad que valora la juventud y la perfección estética y en la que se vive de forma acelerada y se persigue la inmediatez. En este momento social, entre los jóvenes no hay lugar para las arrugas, la lentitud y la parsimonia que caracterizan a las personas de edad avanzada.
También el hecho de que cada vez haya menor convivencia familiar con los mayores y que sobreprotejamos a nuestros hijos evitándoles participar del cuidado de sus abuelos, considero que ha contribuido a que las nuevas generaciones no conozcan de cerca la vejez y, por ende, que no la comprendan. Considero que en las escuelas debería hablarse más de esta etapa vital, de los cambios que supone en la vida de las personas y de las necesidades que acarrea. Solo escapan a esta etapa de la vida los que fallecen prematuramente; la inmensa mayoría nos veremos las caras con la senectud. No debemos olvidarlo.
Dra. Ana Malagelada Seckler
Más de 30 años de experiencia en el campo de la neurología asistencial avalan el trabajo de Ana Malagelada Seckler. Autora de diversos libros sobre el alzhéimer, en su consulta destaca el trato humano que ofrece a cada uno de sus pacientes. Con experiencia en todas las patologías neurológicas, destaca el papel de la nutrición y unos buenos hábitos de vida para prevenir las enfermedades neurodegenerativas.