“Mi padre era muy bromista y ahora siempre está ausente”
El familiar de un paciente de 82 años con demencia mixta que sufrió un ictus explica para ‘Compartir’ cómo el entorno más cercano se dio cuenta de la enfermedad y de qué forma la están combatiendo entre todos.
“Mi padre tenía 82 años y pensábamos que todo se debía a la edad”. Hace año y medio a A.G. le llamó mucho la atención, al igual que a todo el entorno familiar, que su padre se perdía. Después de más de 40 años viviendo en Alicante, sus padres se trasladaron a vivir a la montaña y “de golpe, al volver a la ciudad, mi padre no sabía llegar a los sitios de siempre”. Por otro lado, recuerda que ya por aquel entonces preguntaba lo mismo de manera constante. Todos estos problemas se fueron haciendo más recurrentes y, pese a que se achacaban a que se hacía mayor, la madre de A.G. empezó a sospechar que pasaba alguna cosa más. “Ella nos explicaba a los tres hijos que papá no recordaba cómo se hacían cosas muy básicas como, por ejemplo, atarse un zapato”, recuerda.
Fue entonces cuando sufrió un ictus. “Como lo detectaron a tiempo, la recuperación fue rápida y volvió a caminar y hablar en seguida, aunque le quedaron muchas más lagunas que antes”, explica. Era principios del verano del 2021 y, tras muchas pruebas médicas, visitaron a la doctora Elena Elvira, neuróloga de HLA Vistahermosa en Alicante. Sí, había secuelas claras del ictus pero también una demencia. La doctora Elvira asegura que se requiere un tiempo mínimo necesario para individualizar la enfermedad del paciente. “Hay que hacer un correcto diagnóstico y llevar a cabo un plan terapéutico y de seguimiento de la enfermedad, contemplando a la vez las necesidades particulares del paciente y de sus familiares, para adaptarnos a ellas”. Fue el momento del diagnóstico: una demencia mixta (vascular y degenerativa). Era octubre de ese mismo año. Le hicieron muchas pruebas (como un TAC craneal o ecografías) y, sobre todo, recuerda A.G. unos test que se utilizan para el diagnóstico de enfermedades mentales y demencias que “fueron un desastre”. En una consulta de neurología general, cuenta Elvira, es posible realizar el diagnóstico de una demencia vascular “con los datos que nos aporte el paciente y sus familiares, la exploración física, los test cognitivos y las pruebas de neuroimagen”. En ese momento, la familia se dio cuenta que, antes del ictus, es probable que su padre ya estuviera enfermo.
Le cuestan más las palabras fáciles que las difíciles
Actualmente, el padre de A.G. no tiene memoria a corto plazo, pregunta lo mismo cada cinco minutos y siempre está muy callado. “Mi padre era muy dicharachero y bromista, y ahora está ausente la mayor parte del tiempo”, dice. Eso sí, siempre ha sido un apasionado de la lectura y la escritura, y lo sigue siendo. “A diario lee, y está escribiendo sus memorias…y no hay mejor ejercicio que este”, añade su hija. Pese a eso, su mente ha ido eliminando recuerdos, incluso ha olvidado que tenía un hermano ya fallecido. “Es duro y, sobre todo, muy triste”, afirma, aunque en casa tenemos una filosofía de vida muy clara: “Solamente hay una manera de sobrellevar las etapas difíciles, con humor y riéndonos todos de todo”. Su padre se enfada mucho porque, a veces, le cuesta expresar lo que quiere decir. Y es curioso, “le cuestan más las palabras fáciles que las difíciles”. Aunque es consciente de su situación y, en ocasiones, su hija ve como él mismo se resigna a esta nueva situación. “Siempre ha sido muy presumido. Hace poco, le regalé un bastón y pensé que me lo iba a tirar por la cabeza. La realidad es que ahora no sale a la calle sin él. Es su seguro”, afirma.
Una vez que se produce la enfermedad, es imprescindible controlar los factores de riesgo para evitar, en la medida de lo posible, su progresión
Por fortuna, él tiene la suerte de vivir con su mujer, quien le cuida y se hace cargo de su estado. Es una mujer práctica, la define su hija. De hecho, la llaman “la teniente de hierro” y, aunque la situación es compleja, siempre tuvo claro que necesitaban detectar qué ocurría para ponerle solución, “y si no la había, hacer que fuera lo más llevadero posible”. Y es que, actualmente, no hay una cura definitiva para la demencia. Él toma varios medicamentos al día porque sufre de hipertensión y colesterol, que son dos de los factores de riesgo más importantes a la hora de sufrir un accidente cardiovascular como el ictus. Por lo que es vital controlarlos. “Una vez que se produce la enfermedad, es imprescindible el control estricto de estos factores de riesgo para evitar en la medida de lo posible su progresión”, asegura la neuróloga que le trata.
Por otro lado, “en casa hacemos estimulación precoz, lo forzamos a activar su mente con ejercicios, a que lea o practique el lenguaje”, explica. Muchas de las patologías que tratan en la Unidad de Neurología a la que pertenece la doctora Elvira se benefician de “practicar ejercicio físico diario, rehabilitación o simplemente realizar actividades lúdicas”. En el caso del padre de A.G., la demencia mixta no está en una etapa muy grave y sigue siendo autónomo en el hogar, aunque “cuando le prohibimos conducir fue como arrebatarle su libertad”. A.G. ha aprendido una lección con todas estas vivencias: que hacerse mayor es muy duro, “y más si no tienes un soporte familiar potente que te guíe”. Cree que, aunque los familiares no sean médicos, “nuestro acompañamiento les tranquiliza mucho”.