
Mordeduras de animales: guía rápida para actuar correctamente
El verano eleva el riesgo de sufrir una mordedura, y es fundamental no subestimar ninguna herida por pequeña que parezca.
Con la llegada del verano aumentan las actividades al aire libre, los viajes y el contacto con la naturaleza. Todo ello aumenta las posibilidades de cruzarse con animales, tanto domésticos como salvajes, lo que eleva el riesgo de sufrir una mordedura. Aunque muchas veces se trata de heridas superficiales, algunas pueden tener consecuencias graves, especialmente si afectan a zonas sensibles como la cara, las manos o las articulaciones, si el animal está enfermo o es salvaje o si la herida se infecta.
Además, una mordedura puede ser vehículo de transmisión de enfermedades infecciosas. En contextos silvestres o rurales —especialmente si viajamos al extranjero— el riesgo de contagio aumenta. Entre las enfermedades más preocupantes están la rabia (endémica en varios países de África, Asia y América Latina), el tétanos y diversas infecciones bacterianas (como Pasteurella, Capnocytophaga o Staphylococcus). En zonas tropicales, algunos roedores o murciélagos también pueden ser vectores de virus poco comunes pero potencialmente peligrosos. Es fundamental, por tanto, no subestimar ninguna mordedura, por pequeña que parezca.