Trabajadores transfronterizos

“Salgo de mi casa a las 6.15 y tras cruzar la frontera empiezo a trabajar a las 6.00”

En Europa, casi dos millones de personas deben atravesar a diario una frontera para ir a trabajar. En ocasiones, como la línea imaginaria entre España y Portugal, deben, además, afrontar un cambio horario.

Un 40% del territorio de la Unión Europea está formado por regiones fronterizas. En ellas viven casi dos millones de lo que se denomina trabajadores transfronterizos. Cristina es una de ellas y se conoce muy bien la frontera más antigua de Europa, esa línea imaginaria que separa España de Portugal, que es testigo de decenas de anécdotas diarias. Conocida como La Raya, esta frontera cuenta con dos husos horarios diferentes, algo que la hace única en Europa. Cientos de personas traspasan esta línea a diario para acudir a su empleo o para ir a estudiar. Dos países y una hora de diferencia que, en ocasiones, causa cierto caos con el reloj biológico.

Es el caso de Cristina, una gallega trabajadora transfronteriza de 48 años que cada día se despierta en España y trabaja en Portugal. Vive en Gondomar, en la provincia de Pontevedra, pero trabaja en territorio luso desde hace dos años. Casada y con dos niños pequeños, vivió un ERTE en el sector de la automoción. Estaba atravesando un bache en España,  “así que cuando un día me llamó un número portugués en respuesta a una oferta de un portal de empleo online, no lo dudé”, recuerda. Estaba sin trabajo y, aunque “al principio me echaba un poco para atrás el tema del cambio horario”, se arriesgó. La entrevista fue genial y consiguió el empleo en ese mismo momento. “Empecé a trabajar en una empresa de automoción especializada en cables en Valença, a poco más de 21 kilómetros de mi casa. Eso sí, en otro país”, explica.

La Raya es una frontera invisible que separa España de Portugal y cuenta con dos husos horarios diferentes, algo que la hace única en Europa

Sus horarios varían, pero lo más habitual es que trabaje –en horario portugués– de seis de la mañana a dos del mediodía. Esto implica dos relojes que controlar. El primero hace que salte la alarma del despertador a las cinco de la mañana en España. Allí prepara las cosas del colegio de sus hijos, desayuna y se dispone para, una hora más tarde, coger el coche. Son poco más de las seis de la mañana en Gondomar. “Me gusta salir con tiempo para ir más tranquila. Además, la carretera por la que circulo es complicada porque cruzan muchos animales”. Treinta minutos más tarde llega a su trabajo. Empieza a trabajar a la seis de la mañana, también, pero en Portugal. O lo que es lo mismo, en su casa en Galicia son ya las siete de la mañana. Ya está lista para estar pendiente de dos horas distintas.

Esta situación también se vive en otras comunidades fronterizas con Portugal, como Extremadura. Desde el Servicio Público de Ocupación Extremeño (SEXPE) han desarrollado un proyecto transfronterizo Extremadura-Alentejo. Según Nacho Sánchez, consejero EURES del SEXPE, hay que tener en cuenta que la frontera es “mucho más permeable” y que entidades públicas como la que representa intermedian “en una parte de las contrataciones transfronterizas que existen”. De hecho, este proyecto de cooperación transfronteriza entre Extremadura y Alentejo (región del centro-sur de Portugal), consiguió el año pasado 81 colocaciones en sectores como “la construcción y la agricultura básicamente, seguidos de la hostelería, sanidad o la atención telefónica”. Sánchez cree que la dificultad de los empleos transfronterizos es, principalmente, la poca visibilidad que tienen y no tanto que los españoles no los acepten. En realidad, explica “a una persona de Badajoz le cuesta menos desplazarse a Campomaior o Elvas (Portugal) que a Mérida”.

 
El recorrido que completa Cristina cada mañana para ir de Gondomar a Valença. Llega antes que su hora de salida, pero al volver a casa pierde el doble de tiempo.

Miedo a dormirse

Cristina es feliz en su nuevo trabajo. “Me encuentro muy bien, pero reconozco que mientras no te adaptas al horario, la vida se vuelve un poco caos”, cuenta. Ella lleva su teléfono con el horario español –que al cruzar la frontera se cambia automáticamente– y un reloj manual con la hora portuguesa. Y es que, al final, debe guiarse por el horario luso durante la mayoría de la jornada. “Al principio cuesta. Hay que pensar muy bien qué hora es en cada lugar y, cuando empecé, me daba mucho miedo dormirme o equivocarme. Por eso dormía mal y es algo generalizado”. Cuando le toca el turno de mañana, solo mira el teléfono en el descanso y es el único momento para revisar las llamadas, el correo del colegio de sus hijos o realizar gestiones personales. “Tengo que pensar qué hora es en realidad en casa para saber si puedo o no llamar en ese momento”, ejemplifica.

Me encuentro muy bien en mi empresa portuguesa, pero reconozco que mientras no te adaptas al cambio de horario constante, la vida se vuelve un poco caótica

Esa necesidad de corroborar constantemente la hora forma parte también del día a día del Servicio Extremeño de Empleo Público. “A pesar de que empresas y administraciones somos conscientes del cambio de hora, siempre necesitamos recalcar si una reunión es a hora española o portuguesa y cuesta mantenerlo en mente”, explica Nacho Sánchez. Por su parte, Cristina recuerda que, hace unos meses, tocaba día de formación en su empresa y necesitaba llegar algo más temprano a Portugal. “Con la prisas de la casa, de preparar las cosas de mis hijos y con el lío de las distintas horas, me estresé. Piensas que es tardísimo y sales corriendo”, se ríe. Al llegar, se dio cuenta que iba en hora española y que aún le quedaba una hora de margen. “Me alivié mucho y disfruté de esa hora de más solo para mí”, añade. En realidad, esos sustos y nervios de creer que se llega tarde es muy habitual entre los trabajadores transfronterizos de La Raya. Su conclusión es clara: “Para estar tan cerca como estamos, ojalá tuviéramos el mismo horario porque sería más fácil para todos”. 

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