Variantes de Covid-19

Variantes de Covid-19: cuántas hay, por qué se crean y qué significa su existencia

La posibilidad de que un virus al que todavía no hemos erradicado mute en uno distinto nos preocupa. Hablamos de las variantes del Covid-19. ¿Cómo se crean? ¿Cuántas existen realmente? ¿Puede aparecer una variante que eluda todas las vacunas?

Desde hace algunos meses, gobiernos e instituciones están informando de la proliferación de nuevas variantes del SARS-CoV-2. Esto sucede porque cuando un virus se replica en otro organismo o hace copias de sí mismo, cambia. Lo hace miles de veces al día, tantas como transmisiones se producen en personas o animales. Porque todos los virus, incluido el SARS-CoV-2, el virus que causa el Covid-19, evolucionan con el tiempo.

Cada cambio que se produce se llama mutación porque supone una alteración de la secuencia del ARN del virus. Según detalla la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayoría de los cambios que se producen tienen poco o ningún impacto en las características del virus. Sin embargo, dependiendo de dónde se encuentren estas alteraciones en su material genético y del número de estas, puede afectar a sus propiedades derivando en variantes del mismo. Esto significa que pueden llegar a ser, por ejemplo, más rápidos en su propagación o más virulentos. Para exponerlo de forma sencilla: cada día se producen miles de mutaciones, pero muy pocas de esas mutaciones terminan siendo variantes.

¿Cuántas variantes conocemos del Covid-19?

Es una de las preguntas más difíciles de responder pues existen –y existirán– numerosas variantes del virus. Sin ir más lejos, en su último informe, el Ministerio de Sanidad enumera al menos diez variantes a las que conviene hacer un seguimiento. Hasta el momento, las variantes que más preocupan son tres: la británica, la sudafricana y la brasileña, denominadas popularmente así por el lugar donde se localizó el primer caso. Cuatro si contamos la de Wuhan, que podríamos considerar la “original” (aunque a su vez deriva de otras variantes). Esta forma de referirse a la variante cambiará en breve. Según ha informado recientemente la doctora responsable de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS, Maria van Kerkhove, este organismo está trabajando para cambiar el nombre de las variantes de Covid-19. El objetivo es desvincular la ubicación de la persona con el patógeno y no estigmatizar a los países donde se detectan por primera vez y a las personas que viven allí.

Enero 2020: el comienzo

Tal y como subraya la OMS, el potencial de mutación de los virus aumenta con la frecuencia de las infecciones o contagios y eso es lo que pasó a finales de enero del 2020. Apareció una variante del SARS-CoV-2 con una alteración en su código. La variante B. 1. Solo hicieron falta algunos meses para sustituir al virus inicial detectado en Wuhan: en junio del 2020, se convirtió en la variante dominante en todo el mundo. En diciembre, las autoridades del Reino Unido informaron a la OMS de la identificación de una nueva variante del SARS-CoV-2, llamada SARS-CoV-2 VUI 202012/01 (por las siglas en inglés de “variante en investigación, año 2020, mes 12, variante 01”). Solo unos días después, Sudáfrica alertó de la detección de una nueva variante. Tres semanas más tarde llegó el turno de Japón y Corea del Sur: habían identificado una nueva variante en distintas personas que habían regresado de la Amazonia brasileña. Con diferencias, las tres variantes comparten una mayor resistencia frente a los anticuerpos generados, bien por exposición al Covid-19, bien por vacunación. En distinta graduación, comparten una mayor capacidad de transmisión, lo que las ha llevado a ser categorizadas por la OMS como “variantes de preocupación” (VOC, por sus siglas en inglés). Una categoría superior a las variantes de interés (VOI), que también son vigiladas. La diferencia entre unas y otras es que en las VOC ya existe evidencia de una mayor transmisibilidad, casos más graves de enfermedad (mayor cantidad de hospitalizaciones o muertes), menor efectividad de los tratamientos o las vacunas o problemas en la detección de diagnóstico. Requieren, en definitiva, un seguimiento más exhaustivo.

¿Debemos preocuparnos por el cambio del SARS-CoV-2?

Hace poco más de un mes, un nuevo estudio publicado en la revista Nature alertaba sobre la posibilidad de que el coronavirus esté evolucionando para escapar de las actuales vacunas. ¿Es posible? La naturaleza del virus lo empuja hacia la supervivencia y eso lo lleva a escaparse en dirección contraria, pero eso no implica que dejen de ser efectivas. Es normal que los virus cambien. Además, el SARS-CoV-2 evoluciona más lentamente que otros virus ARN conocidos como el de la gripe (de cuyas nuevas cepas se desarrolla una nueva vacuna año tras año) o el VIH. Por eso, la comunidad científica monitoriza cientos de miles de secuencias del virus en una gran base de datos denominada GISAID para seguir de cerca su evolución y mutaciones, la incidencia de sus variantes y anticipar así posibles modificaciones en las medidas de salud públicas o modificar la composición de las vacunas. 

¿Un virus muta simplemente cuando se replica?

Un virus no puede reproducirse por sí mismo y necesita otro huésped o anfitrión, sin el que no puede prosperar. El SARS-CoV-2 hace copias de su genoma, que contiene 30.000 letras, en las células de un organismo. Al hacerlo, a veces puede cometer “erratas” o mutaciones. La mutación no se produce solo con la réplica, pero un elevado número de réplicas sí deriva en un mayor riesgo de mutación o error en la réplica. Es un dato estadístico. De todas las mutaciones que se producen, no todas las mutaciones significan una ventaja competitiva para la reproducción del virus. Algunas pueden ser neutrales o incluso perjudiciales para su reproducción. Pero cuando una mutación le permite, por ejemplo, unirse mejor a la célula, la versión resultante se extenderá más fácilmente que otras “versiones” anteriores.

Las variantes que más preocupan

 

¿Por qué hay variantes más infecciosas que otras?

Es lo que ocurre con la variante británica (B.1.1.7), el linaje más común en Europa y también en EEUU, según han informado recientemente desde los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Es también la más común en España. Los expertos la han descrito como una variante de propagación más rápida: según la OMS, entre un 36% y un 75% más de transmisión respecto a variantes anteriores. La clave, de nuevo, está en su genoma, cuya mutación han investigado diversos grupos de estudio. La revista Science se hace eco de las conclusiones de los investigadores del Boston Children’s Hospital de Estados Unidos, que han comprobado cómo las tres VOC tienen en común la mutación D614G. Esta alteración provoca un cambio en la estructura de la proteína S, favoreciendo la adhesión del virus a las células (mayor capacidad de entrada) y dotándolo de mayor velocidad de contagio.

¿Las vacunas están preparadas para inhibir las variantes?

Según informa la OMS, los cambios o las mutaciones que se están registrando no deberían invalidar el efecto de la vacuna. Tal y como indican, en el caso de que alguna de estas vacunas resulte menos eficaz, es posible cambiar la composición para incrementar la protección frente a estas variantes. Sin embargo, algunos estudios, como el realizado por investigadores del German Primate Center-Leibniz Institute for Primate Research and Jan Münch de la Universidad de Ulm (Alemania), apuntan que las variantes son inhibidas de manera menos eficiente. Si eso ocurre y las variantes tuvieran una menor sensibilidad ante los anticuerpos, la comunidad científica puede ajustar o reformular la composición de las vacunas. En este escenario, la estrategia de vacunación es clave para evitar más contagios que puedan derivar en nuevas variantes resistentes a las vacunas.

El paso de variante a cepa

No exactamente. Una cepa difiere de la variante en tanto que la cepa presenta una mutación genética más drástica respecto al virus inicial. Hablamos de un número de mutaciones que deriva en un cambio sustancial del virus que implicaría, por ejemplo, que la vacuna dejara de ser efectiva. Es lo que ocurre cada año con la nueva cepa de la gripe, que requiere una nueva vacuna.

¿Cómo podemos prevenir futuras nuevas variantes?

Detener la propagación del virus sigue siendo fundamental. A medida que más personas se vacunen, los expertos esperan que la circulación del virus disminuya, lo que provocará menos mutaciones y reducirá el riesgo de aparición de nuevas variantes. Una estrategia que no solo debe basarse en el esfuerzo de los gobiernos por acelerar el proceso de vacunación, sino que mantiene el foco en la prevención. El lavado frecuente de manos, el uso de mascarilla, el distanciamiento físico, una buena ventilación en interiores y evitar lugares abarrotados o entornos cerrados, son factores imprescindibles para cortar las alas al virus y sabotear sus inevitables mutaciones.

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